martes, 21 de junio de 2011

José Eduardo Ruiz Castro, “El Berra”

José Eduardo Ruiz Castro, “El Berra
¿Que desde cuándo conozco al “Berra”?
 –Me pregunté al empezar a escribir; espero no me vea como un igualado, aunque es una persona que carga con su sobrenombre cómodamente; es más, creo que hasta le gusta. De vista lo conozco desde hace mucho tiempo, creo que desde que era un funcionario importante del gobierno del estado. Nos hermana la tierra donde nacimos, nuestras raíces están en Los Cabos. No pertenece a mi generación, es un poco más atrás, le tocó otra época con amigos diferentes, la mayoría de los cuales son conocidos míos y los vi a todos ellos recientemente en su cumpleaños sesenta y ocho, en su casa de la comunidad de Ánimas Altas, en una palapa que ha sido testigo de muchas reuniones donde Eduardo -como siempre-, se ha distinguido como un excelente anfitrión. Allí estaba René Pedrín El Pato”, Celedonio y Ernesto Aragón, Héctor Green, El Cayo Villarino, Ulises Omar Ceseña y muchos más.  La amistad es para él un tesoro que se amasa con el paso de los años, sólo algunos permanecen dentro de ese íntimo cofre. Hoy nos une una amistad producto del gusto por las letras y el amor a nuestra tierra. Coincido con su afirmación, en el sentido de que uno muere un poco al escribir, al imprimir parte de nuestra autobiografía en cada libro. Creo que cuenta con la edad, la experiencia y el tiempo para hacer un buen papel como narrador de los hechos y acontecimientos que han marcado históricamente a Los Cabos. Es un personaje destacado para ser tomado en cuenta e incluido en este libro. Ese fue mi regalo de cumpleaños: hacerle un reconocimiento en esta nueva obra, Huellas de Los Cabos, y así fue que nos pusimos de acuerdo para la entrevista. Al caer el sol atravesé el Arroyo San José y me recibió con una taza de café con un pedazo de pastel, nos pusimos cómodos y comenzó a narrarme su vida.  Lo observo mientras disfruta de un cigarro y evoca los años pasados; de fondo escucho quedito música clásica mexicana, tocada magistralmente por un guitarrista. El anfitrión de la casa, refleja como siempre un carácter relajado y bromista. Me cuenta y muestra una historia plena de éxitos profesionales con algunos puntos rojos como llama a sus pérdidas personales que han marcado emocionalmente su vida. Nació en San José del Cabo un 12 de Enero de 1942. Sus padres fueron Eduardo Ruiz Casezús y María de la Paz Castro, de quienes aprendió de valores y principios y los cuales se ufana poseer y practicar.

En la casa donde vivían sus abuelos, ubicada donde actualmente está la biblioteca, y para ser más exactos, frente a la Ochavada y si  no comprendes es porque tus raíces o tu edad no coinciden con el tiempo que corría lento por las calles del pueblo. Entonces te diré que frente a la papelería Rocapa ubicada en la calle Manuel Doblado. Su historia fue como la de muchos de nosotros: una vida pueblerina, apacible, de amplios espacios vírgenes por explorar; en las extensas playas, en las huertas, en el estero y en la sierra. Estamos hablando del año de 1958 y en el pueblo había carencias de escuelas de nivel secundario, medio y superior por lo que tuvo necesidad de estudiar fuera del estado; a los catorce años estaba en la Ciudad de México, después de tres días de viaje. Primero en camión de redilas a la Paz, cargado de pacas de pescado seco, de allí tomaron un barco  a Mazatlán para, finalmente, en autobús arribar a la capital del país con quinientos pesos en la bolsa y que los tenía que hacer rendir para todo el año. De su generación lo acompañaron sus amigos el Neto Aragón, Francisco Palacios y Arturo Ceseña hijo. En la gran urbe, le fue de mucho apoyo Cele Aragón quien abrió camino antes que ellos, así como su tío, el emérito Profr. Jesús Castro Agúndez, director general de Internados en la República Mexicana, con quien trabajó en una papelería suya y fue quien le ayudó a entrar al Pentatlón Militar Universitario donde permaneció durante cinco años, correspondiente a la prepa y profesional. Allí adquirió disciplina y práctica para algunos deportes como el basquetbol y el atletismo. Su carrera de ingeniero civil la había terminado en 1962, pero desde dos años antes trabajó de medio tiempo en la Secretaría de Recursos Hidráulicos -en la Dirección General de Pequeña Irrigación- y fue enviado al estado de Yucatán para implementar un plan de riego por aspersión en varios municipios y, por una situación personal, a los dos años fue cambiado a la ciudad de Hermosillo, Sonora.
Sumiko Sanay, Eduardo Ruiz Castro, Juan Pedrín, León Cota Collins, Eduardo Castro y Víctor Hugo Palacios, entre muchos más

Tuvo mucha suerte: fue becado en diversas ocasiones, lo que le permitió conocer países como Francia, Israel, España y Estados Unidos; los estudios y el trabajo siempre tuvieron qué ver con el agua y el sector agropecuario.

-          Soy un aguado -me dice en broma- y con whisky más bueno -remata.

También la educación ha sido una de sus actividades favoritas: fue maestro universitario en la UNISON, rector de la Universidad Autónoma de BCS y director general fundador del ITES de Los Cabos.

Me habla de muchas cosas y entre todas sobresalen las siguientes: Aprecia de la gente de antes la tenacidad y el esfuerzo para salir adelante. Su tío, el profesor Jesús Castro Agúndez, es uno de los personajes de esta tierra que más admira. Siempre le ha gustado formar parte de asociaciones y grupos organizados de la sociedad civil. Me presume de su estado de ánimo y es enfático al describirme lo que le sucede:

-Estoy en una nueva etapa de mi vida, me siento renovado, con deseos de hacer muchas cosas. Y el ser cronista me abre muchas puertas. Creo que todavía no he hecho lo más importante de mi vida, la cual ha sido pródiga conmigo; me ha dado y me ha quitado, pero creo que ha sido más generosa que egoísta. Desempeñé puestos públicos muy importantes: fui gerente de Recursos Hidráulicos en Sonora y Baja California Sur, secretario de Desarrollo  del Gobierno del Estado, dos veces rector de la UABCS, director del Agua Potable en Los Cabos, director del ITES y actualmente Cronista de la Ciudad.

Recalca que como servidor público nunca actuó de mala fe o buscó lesionar a algunos con el poder y, tal vez lo más importante: “No me aproveché de mi trabajo para enriquecerme, puedes ver que vivo de manera sencilla y así soy feliz”.

En cuanto a la familia, está muy orgulloso: sus hijos son unos exitosos profesionistas con estudios superiores en el extranjero todos ellos. Analizo estos últimos conceptos vertidos y, efectivamente, es uno de los pocos hombres públicos que se nota que no se benefició de su paso por la administración donde tantos han amasado fortunas y detentan posesiones que no hubieran podido adquirir con un sueldo burocrático. Por eso y otras virtudes es un orgullo cabeño, un hombre que vive con el esfuerzo de tantos años de trabajo: su jubilación. Entramos en los comentarios  de los focos rojos de su vida describiéndolos de la siguiente manera:

-          La primera vez fue cuando me iba a casar y falleció mi novia unos días antes de darle el anillo. En esa pérdida, el dolor me llevó al mundo bajo y me extravié por un par de años. La segunda, cuando falleció mi esposa con la cual procree mis hijos  y han habido en esta etapa de mi vida algunas que han emocionado mi sensible espíritu, que se ha enamorado, y ese sentimiento todos lo conocemos; no creo ser diferente. He amado, me han amado, he dejado, me han dejado. Lo intento de nuevo y en esta nueva etapa espero encontrar el equilibrio amoroso que todo mundo desea tener para siempre.

De anécdotas está llena la vida de la gente y Eduardo Ruiz Castro no es la excepción; fue así que me atreví a preguntarle sobre su secuestro unos días antes de convertirse en rector de la UABCS:

-          Recuerdo que corría el año de 1987; era por segunda vez secretario de Desarrollo del Gobierno del Estado, había un poco de tensión entre el gobierno estatal y la universidad y fue a invitarme un grupo de estudiantes para que contendiera por la rectoría y gané la votación. En esos días fui agredido afuera de mi casa, dos desconocidos se me acercaron y pasaron una navaja sobre mi estómago, supuse para que no aceptara la rectoría. Unos días después de llegar de una cena del cumpleaños de un amigo, fui interceptado por un vehículo al cual me subieron y me taparon los ojos; escuché cómo enfilaron hacia el norte y por varias horas condujeron, sentí que se salieron de la carretera y anduvimos un buen rato por un camino de terracería. Finalmente me bajaron y metieron en una cueva por el rumbo de Loreto en un lugar llamado Agua Verde; allí me dejaron sin zapatos, sin agua y sin comida. Me tuvieron por tres días, y cuando intentaba salir me aventaban piedras por arriba de la cueva; finalmente, la última noche escuché el ruido de una lancha de motor fuera de borda, y al salir de la cueva por la mañana, ya no había nadie que me custodiara; caminé sobre la costa y sin rumbo fijo, encontré un pozo de agua salobre y allí calmé mi sed. Finalmente fui avistado por una avioneta, aterrizaron y me trasladaron al Hospital Militar donde me recuperé del susto y de la deshidratación. Allí, amigos y  estudiantes  me dieron respaldo y ánimo para que  no renunciara a la universidad y afortunadamente fui bien aceptado por la comunidad estudiantil. Se corrieron muchas versiones incluyendo una que fue un castigo porque me metía con una importante dama casada; lo cierto era que un grupo político con intereses, quería desestabilizar al gobierno estatal. Estuve al frente de la Casa de Estudios por un tiempo de cuatro años y jamás hubo un problema que no resolviéramos; el gobernador respetaba la autonomía universitaria, lo que ha cambiado mucho. Hay que recordar que la universidad es el contrapeso del gobernante en turno, es el lugar donde se deben discutir libremente las ideas, el espacio donde la comunidad universitaria se debe preparar para incorporarla al sector productivo y social, participando en un desarrollo con altas miras. Todo eso cambió a partir de la gestión de Jorge Vale y Jesús Druk, y los que siguieron se involucraron de lleno en la política de partidos, no delimitando claramente el espacio gubernamental y el de la universidad; así se convirtió en trampolín político, y es hora que no se recupera; hay desorden y descontrol administrativo, qué lástima que no pensaron antes en la Máxima Casa de Estudios y en los jóvenes que allí se preparan.
Cuando parecía que habíamos terminado con la entrevista, vino el comentario sobre la música que se escuchaba e hizo hincapié de que la traía en la sangre; presumió de que toca la armónica bien, un poco la guitarra y el piano es parte de los genes familiares –expresa- y  me lo demuestra tocando líricamente el piano que creí, era sólo parte de la decoración, e interpretó una clásica ranchera. Finalmente llegó la hora de marcharme, la noche avanzaba y quedamos de vernos en una segunda ocasión para que me entregara algunas fotos e incluirlas entre estas letras; mientras recogía mis cosas, se me adelantó y sacó de su carro un póster donde estaba detallada la historia y la ubicación de las misiones jesuitas durante la etapa de evangelización de la Baja California y parte del Noroeste de nuestro país. Di una última mirada al entorno de la sala y descubro apuntes y libros esparcidos por todos lados, algunos sobre libreros, otros sobre la mesa del comedor, detalles comprensibles sólo para alguien a quien le gusta leer y escribir. Me sentí identificado con la decoración y dejé que siguieran flotando en el aire las palabras de las cuales no tomé nota intencionalmente para no llevarme la emoción que salió del corazón de Eduardo Ruiz Castro, “El Berra

Le di las gracias  al amigo que abrió las puertas de su casa y el libro de su vida, subí a mi carro y atravesé un arroyo deslumbrado por tantas luminarias sobre las calles de las colonias de Ciudad Lineal. 

Rene Holmos



















2 comentarios:

  1. Su publicación me apasiono. Aunque más que la redacción he de ser sincera me apasiono la cuestión histórica y familiar, ya que una parte de mi sangre proviene de esas tierras; no conozco Los Cabos, al menos no físicamente, pero si de relatos apasionados de mi abuela "Rosa Rebeca Ruíz Casezús, sí! tía creo yo de quién usted basa este artículo.
    El tema familiar me apasiona y mientras llega la oportunidad de visitar la tan añorada tierra de mi abuelita, estaré visitando ahora sus líneas y muy al tanto de que la relate con el mismo amor que a ella le hubiera gustado.
    Por otra parte, en su próximo encuentro con "El Berra" saludelo de mi parte: Monica Laurent y le agradeceré infinitamente si narra alguna anécdota sobre mi abuela (si es que la conoció).
    Gracias!

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  2. Muy buen articulo.....mona, me pudieras pasar correo de contacto tuyo? soy hija de "El Berra" y casualmente mi nombre es Rebeca. Mucho me gustaria entablar comunicacion con familiares lejanos. Muy apasionante articulo, aunque contenga ciertos detalles que no son como los recuerdo. Saludos!

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