Describo tiempos pasados, cuando el viento cálido del verano nos traía el perfume de la brisa del mar; cuando en las huertas familiares maduraba la fruta y en las calles circulaba el aroma a mango, a ciruela a guayaba a papaya y a guanábana. Eran los días cuando el tiempo transcurría más lento, cuando vivíamos más tranquilos y éramos felices sin los avances y comodidades del desarrollo. Convivíamos en ambientes abiertos, plácidos, limpios y libres, sin cercos, sin bardas, sin puertas cerradas. Todos nos conocíamos y nos saludábamos. En esta obra se encontrarán con la esencia de nuestra gente, de nuestras familias y de sus personajes. Es un reconocimiento a quienes han dejado una huella imborrable en rancherías, pueblos y ciudades
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