martes, 21 de junio de 2011

El Ratón


Un personaje singular que caminaba por las calles de San José del Cabo, fue sin duda Oscar Lucero Villarino, mejor conocido como “El Ratón”. Nació hace 65 años en casa de la familia Manríquez Fiol, donde su madre Sofía Villarino Domínguez, originaria del pueblo de Todos Santos trabajaba como empleada doméstica.
Oscar nació  tan pequeño que su cuna fue una caja de zapatos, de ahí el apodo “El Ratón” que le impusieron sus padrinos y  patrones de su madre. El mote lo acepta como parte de su personalidad. Lo excepcional de “El Ratón”, es su manera de vivir, y el lugar  que es su morada y domicilio, ubicado en bulevar Mijares y Malecón en San José del Cabo.
En otras palabras vivió en una zona turística muy exclusiva de Los Cabos, rodeado del campo de golf, hoteles de lujo, restaurantes, bares y muy cerca de la playa y estero. Si no lo han adivinado, esta afortunada dirección es la del Cementerio Municipal de San José. ¡Sí!, efectivamente ahí vivió Oscar Lucero, y su apartado es la tumba que lleva el nombre de su madre, quien falleció en el año de 1961 y desde entonces Oscar decidió no dejarla sola, porque la quería mucho y porque se prometió que nadie se la iba a quitar, la cuidaría y acompañaría para siempre.
Aunque nos dijo que de ahí sólo lo sacarían muerto, irónicamente le dijimos que no lo sacarían, que ahí lo  meterían. Cuando lo entrevisté me contó que desde muy chico trabajó pastoreando ganado de gente muy conocida, que estudió  muy poco -un par de años en primaria- y que trabajó en barcos y muelles de Ensenada y Santa Rosalía.
Es válido comentar que su vocabulario es bien utilizado y de buen nivel, dado los estudios realizados. Su manera de expresarse es respetuosa y su risa a veces escandalosa y chillante, y sobre todo cuando trae unas copas de más, pero además, reconoce que su único vicio es el alcohol; todos sabíamos que es un bebedor tranquilo, y no siempre andaba tomado porque era de temporadas.
A mitad de plática le formulé la pregunta obligada:
-       Oye Ratón, ¿No te da miedo el panteón? –a lo que nos responde desafiante:
-       ¡Qué miedo le voy a tener a los muertos, si muertos están! A los vivos son a los que les temo. ¿Ya supiste –cuestiona a su vez, de pronto- que me quemaron todo lo que tenía ahí? Todas mis pertenencias, mi ropa, mi cobija, por eso ando así como me ves; así que dile a la gente que me ayude, ya que no tengo dinero, aunque de vez en cuando me dan algo por limpiar y cuidar algunas tumbas.
Le prometemos algo, y de nuevo le preguntamos qué pasa cuando hace frío o amenaza un huracán. Se ríe con desparpajo al comentarme que como algunas personas enterradas no pueden usar sus capillas lujosas y que hasta ventanas de cristal tienen, se las pide de prestado y ahí pasa el mal tiempo. Me presume que conoce a todos los que están enterrados, quiénes fueron y qué hacían en vida, por lo que ofrece unos mensajes filosóficos para todos aquellos que se la pasan amasando fortunas y llegan a ser solamente los más ricos del panteón:
-       Ahí se acaba todo en un mismo agujero. Llegan sin  nada, con los pies por delante y sin sus riquezas; entran sin orgullo, sin su prepotencia, ni méritos. Ahí son uno más de los que vendrán y se notan sus hechos en vida al mantener su tumba limpia y cuidada. ¿Cuántos poderosos están hoy en sus tumbas, abandonados por amigos y por familiares?
Le cambio la plática para sacarlo de sus profundas cavilaciones, y le digo:
-       ¿Y tus amigos, Ratón? ¿Dónde están?
-       Tuve y tengo muchos -responde-, ahí te van unos cuantos nombres: Los Cuates Castro, Mario Ruiz, El Bocha y El Chino Pimentel, y claro también El Mingo Aragón;  me juntaba con él. ¿Sabes por qué no tuve familia? –le da un giro a la entrevista- Porque a quién le iba a dar nietos, si mi mamá ya no está conmigo; le fui fiel a mi mamá y sí, me gustan las mujeres; tuve una novia, pero nadie se hubiera querido venir conmigo aquí con mi madre. Hay veces platico con ella y en sueños oigo que me dice: “Hijo, qué estás haciendo aquí, busca otro ambiente”, y sólo le respondo: “Cuidándote mamá, cuidándote…”

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