martes, 21 de junio de 2011

Familia Herrera Anzures

Familia Herrera Anzures


 
Boda de Tito Herrera y María de Jesús Anzures Márquez

Qué gratificante resulta cuando uno se encuentra con agradables sorpresas al empezar a platicar con el amigo que nos muestra la faceta del hombre de esfuerzo y lucha por salir adelante. Así nos enteramos de cosas y hechos muy interesantes de Néstor Herrera Ritchie, conocido empresario que aunque dice que la política lo frustra y no le gusta, siempre anda metido en ella; no se anda con medias tintas. La diferencia con otros empresarios del medio es que no busca sacar tajada o posiciones públicas, participa con la misma intensidad y pasión  como lo hace dentro de las carreras de “off road”, a las cuales se ha vuelto un fanático junto con sus hijos. Está casado con la Sra. María de Jesús Anzures Márquez, con quien se casó en el año de 1973, y han procreado tres hijos: Julio Miguel, Karina María y Daniela, y aquí viene lo bueno: fue hijo único de la familia  integrada por Miguel Ángel Herrera González y María del Pilar Ritchie Zamora y sus raíces son genuinas y de tradición local. Una importante avenida de Cabo San Lucas, tiene el nombre de su padre, conocido personaje con mucha historia y anécdotas por contar.
Para abrir boca -como decimos en el medio- nos dijo que su ancestro paterno, José María Herrera Olguín, llegó del centro de la república y fue capitán del ejército mexicano que se enfrentó a los invasores franceses, y junto con todos los oficiales que fueron tomados prisioneros, lo llevaron a una prisión francesa estamos hablando del año 1866, 

Mayor José María Herrera Olguín y oficiales mexicanos en París
de donde se escapó vía España-Nueva York; de ahí bajó cruzando toda la Unión Americana y llegó a Sonora, donde estuvo un tiempo. Allí conoció a un indio yaqui que le pasó una información que va a sorprender a muchos de ustedes. Resulta que esta persona le contó y entregó un cuero de venado con un mapa, con información detallada de un rico tesoro que ocultaron unos piratas en la bahía de Cabo San Lucas -muy cerca del Arco-; le mencionó detalles de las piedras y una cueva con una flecha pintada de color azul y la ubicación exacta de una bala de cañón. Para evitar que quien en este momento esté  leyendo esta historia le dé por buscarlo, no mencionaré el punto exacto. Pasaron los años y Don José María Herrera, se vino a trabajar a Los Cabos en el año de 1870, como jefe de Aduanas y aquí se casó y tuvo descendientes. Durante el tiempo que vivió en Cabo San Lucas, en varias ocasiones buscó dicho tesoro, encontró las referencias, pero se dieron derrumbes por los ciclones y cambios en la marea y ya no pudo localizarlo, falleciendo en el año de 1900. Inclusive, hace algunos años gente local encontró la flecha pintada y le platicó a nuestro entrevistado del hallazgo.
Regresando con Néstor, detalla etapas de su niñez y de la vida familiar. Don Miguel Ángel Herrera -me dice- era gente de campo, un ranchero de gran corazón. Durante muchos años manejó la hacienda de Balmacedas, ubicada entre el faro y el rancho cuyo propietario era Don Francisco Arballo Macklis, quien un día le dijo que iba a venderlo y quería que él se lo quedara en agradecimiento a su trabajo, y por una pelea en la que intervino a favor del  Sr. Arballo, salvándole la vida, lo que nunca se le olvidó; así que le dio muchas facilidades vendiéndoselo muy barato y además a crédito. Mi papá no tenía mucho dinero y pidió un préstamo al ISSSTE,  ya que también fue farero muchos años combinando estas dos actividades –me aclara,
-          Tengo muchos recuerdos del Faro de Cabo Falso, donde vivimos algún tiempo. Pero –recalcó- mi padre fue ante todo, “hombre de a caballo”; su ídolo era Antonio Aguilar y decía que no se iba a morir hasta que lo viera arriba de su caballo, y así fue: Un día lo presentaron en la ciudad de La Paz, fuimos a verlo y ese mismo fin de semana, mi padre falleció cabalgando en su caballo.
(Izq. a Der.) Carmen Anzures, María Márquez, María del Pilar Ritchie (mamá), Miguel Ángel Herrera M. (papá), María de Jesús Anzures M. (novia), Rosario Morales Avilés (abuela) y Néstor Tito Herrera Ritchie (1° de Junio de 1971)

-          Yo me crié y crecí en el rancho. Somos gente de trabajo. Mi padre era todo un personaje, y muy amigo del Profr. León Cota Collins, ex presidente municipal de Los Cabos. Recuerdo que un día estaba el Profe León, rodeado de importantes personajes políticos y se acerca mi padre y les dice: “Yo estimo mucho a este hombre –abrazando al Profr. León Cota-, somos compañeros de pluma...” “¡Ah! -responde uno de ellos- ¡Entonces escribe también!” “¡No! -le contesta-, cuando andábamos en la jarra juntos, para curar la cruda nos robábamos algunas gallinas”. ¡Así se las gastaba mi viejo! Lo que tenemos, nos lo hemos ganado con esfuerzo; mi familia sentó las bases de lo que somos, tengo un apellido que brilla con luz propia. No heredamos grandes riquezas, pero sí tengo un gran compromiso de mantener en alto nuestro nombre. Afortunadamente la vida me ha tratado bien y se me han presentado las oportunidades de servir y ser útil a mi pueblo, como cuando fui delegado de Cabo San Lucas; pero para llegar a eso, tuve que trabajar, de tallar mucha suela. De niño fui paletero, vendí paletas de hielo, junto con Edgardo Colín; mi tío “Jotia” que tenía una tienda de abarrotes, nos traía dos carritos de San José, de la hielera de Roberto López en un Chevrolet modelo 57; hacía hora y media  de camino, así que ya te imaginarás cómo llegaban las paletas: ¡todas revueltas y derritiéndose!. Ahí mismo en el negocio de mi tío, rentaba bicicletas en veinte y cincuenta centavos y la hacía de mecánico y encargado de recogerlas y arreglarlas ya que “la plebe” las dejaba tiradas cuando se ponchaban.
La charla con “El TitoHerrera, como acostumbramos llamarlo, fue muy amena; mezclábamos diferentes temas y aproveché el momento para revelarle que tenía otra idea de su vida:
-          Pensaba que venías de familia de mucho dinero, pero veo que más que eso, tu origen es de gente que con dignidad y orgullo porta su apellido, y que ha logrado destacar a base del gran esfuerzo que día a día le imprime a su trabajo.
No dejé escapar la oportunidad para decirle que el apellido Ritchie nos une consanguíneamente, y al notar que se sorprende, le explico que mi abuelo era Francisco Montaño Ritchie, que la mamá de mi abuelo era Laiza o Isabel, hija de Tomás Ritchie y que en algún artículo futuro desmenuzaríamos la historia de este lejano pariente.
El Tito Herrera, fue un sobresaliente deportista que para entrenarse y correr mejor, se agarraba de la cola de las vacas, toretes o vaquillas, que salían disparadas y él se soltaba cuando ya no le daban las zancadas. “En ocasiones terminaba de cabeza entre los matorrales” –admite divertido.
Destacó en las Olimpíadas Territoriales como atleta en carreras de cien metros planos y salto de garrocha, inclusive en competencias nacionales en el básquetbol. Recuerda con toda precisión cuando en las Olimpíadas de 1966, a José González -mejor conocido como “El Forey”, un destacado atleta- le atravesaron la pierna en un lanzamiento de jabalina, dejándolo fuera de la competencia de diez mil y cinco mil metros, donde era invencible. Dos días después estaban jugando básquetbol en la cancha Manuel Gómez Jiménez, los equipos de La Paz y San José; las instalaciones estaban a reventar, era el intermedio de descanso, cuando “El Forey” hizo su aparición en muletas y todos los que estaban ahí empezaron a gritar a una sola voz: ¡Forey! ¡Forey! ¡Forey! En el rostro del deportista se dibujó un gesto de sorpresa al escuchar la algarabía y alguien le gritó que pasara al centro de la cancha; lo hizo, iba vestido de blanco, hizo un saludo de reverencia y fue ovacionado por todos.
Se me enchinaba la piel de emoción. Luego se acercó al Profe Fernandito Cota, que era el entrenador de la selección de San José. En esa memorable noche, hubo toda una demostración del cariño que se le tenía al Forey, quien con su actitud deportiva se ganó a medio mundo. Tampoco se me olvida -continuó  diciendo- que ese día triunfé en salto de garrocha y la prueba de los cien metros planos; el Profr. León Cota, me subió en hombros y me regaló treinta pesos, que gasté con la palomilla en paletas afuera del Injuve.
También recuerda a Hugo Montaño Angulo, al Profe Chico Carballo y alguien más cuyo nombre no recordó en ese momento, insistiendo ante los jueces para que le dieran otra oportunidad de saltar ya que, por competir en carreras, había perdido sus tres intentos de salto de garrocha; convencieron al jurado y saltó dos metros con 75 centímetros, ganando la competencia.
Prosigue con algo singular en el tema deportivo:
-          Si observas las fotos, verás que ¡no traigo zapatos! Inclusive mis hijos me preguntan por qué corría y saltaba sin zapatos. Les digo que antes en Cabo San Lucas, era muy normal y usual andar sin calzado y no porque no tuviéramos, sino que era una costumbre usarlos sólo en las fiestas o en algún evento de cierta relevancia.
Motivado Néstor Herrera detalla sus experiencias deportivas y nos cuenta que en dos ocasiones quedó seleccionado para representar a Baja California Sur en salto de garrocha, pero por razones que desconoce nunca lo llevaron, y sí en cambio, a los segundos lugares. Considera que hubiera hecho un digno papel, ya que llegó a saltar 3.25 metros.

-          Me quedó la espina clavada –me dice-, por lo que cada vez que un deportista solicita mi apoyo, no dudo en otorgarlo, porque el deporte me ayudó mucho a formar mi carácter, pero más que nada, en estos tiempos de tantas tentaciones, los jóvenes necesitan llevar una vida más sana.
Menciona algunos nombres de quienes integraban la Selección Estatal para los Juegos Campesinales, que se realizaron en  la Ciudad de México en Noviembre de 1975: Juan El Tortas Maldonado (Qepd), Andrés Necho Ruiz”, Domingo Mingo Saiza, Ramón Peralta, José El BolasBurgóin, Samuel Rodríguez, Armando Güereña, Ramón Moncho Saiza, Antonio El Guasito Agúndez y otro jugador de La Ribera. De los equipos de básquetbol donde jugaba, recuerda con cariño al equipo PROMAR, nombre que correspondía a Productos Marinos patrocinado por la empacadora de pescado del Sr. Elías Pando en Cabo San Lucas. Entre los jugadores de PROMAR estuvieron Ramón Peralta Ornelas (Qepd), Carlos Calilla Ruiz, Goyo Luis Rosas Martínez (Qepd), Ramón Peralta, Julio Ruiz, Facundo Zumaya, Juan El Tortas Maldonado (Qepd), Rosalío El Chalillo Martínez, Andrés Necho Ruíz, José María Chema Rodríguez, Alfredo El Mantecas Ruíz, Edgardo Peralta C., “El Chepe Marrón. Evoca con emoción los partidos de básquet, porque eran unos agarrones de pronóstico reservado cuando jugaban contra la Comisión Federal de Electricidad, Hotel Hacienda, Los Chamulas, El Magisterio, Hotel Mar de Cortés, Farmacia Castro y La Draga. Todos esos equipos, eran formados por grandes jugadores y mejores amigos.
Equipo PROMAR (Parados de Izq. a Der.) Facundo Zumaya, José María Chema Rodríguez, Carlos Calilla Ruíz, Rosalío Chalillo Martínez, Néstor Tito Herrera, María de Jesús Anzures (Madrina del equipo) y Ramón Peralta, (Abajo de Izq. a Der.) equipo de La Draga, Ramón Peralta Ornelas (+) y Gregorio Goyo Luis Rosas Martínez (+)

Cómo no recordar los encuentros tan aguerridos con la selección de San José del Cabo; de esos jugadores recuerdo con cariño y admiración  a: El Chino Saiza, Felipe y Luis Los Cuates Castro, El Titi Castro, El Bocha”, Lalo González, Ramón Moncho Castro, Mingo Castro, Ventura Castro, Lalo Ruiz, José Sández.
-          Espero que todos ellos no olviden los encuentros tan reñidos, donde los segundos valían oro y definían al ganador. Todos los amigos que aquí menciono y otros que de momento no recuerdo -algunos desafortunadamente ya se nos adelantaron- me brindaron con su amistad y apoyo a formar mi carácter; fueron y serán parte importante en mi vida por eso les estaré por siempre agradecido.
-          Sobre su padre Miguel Ángel Herrera, “El Tito” menciona que fue un gran corredor y reconocía a Valerio Wilkes González y Francisco Pancho Romero como corredores muy rápidos. Así mismo, a pesar de ser un pueblo chico, Cabo San Lucas ha sido cuna  de grandes deportistas.
Entre los beisbolistas, citó a algunos de ellos: José Cota, Oren Cota, Horacio Gastélum M. (Qepd), Víctor Herrera C. (Qepd), Lucas Manríquez (Qepd), Juan Saiza Fory Ruiz, Aldo Leggs, José María Herrera, Eduardo Peralta, Calilla Ruiz, Anastasio Gastélum, Raquel Herrera Maldonado y  Moncho Maldonado. Como corredor de medio fondo, nos da el nombre de: JoséEl Piloto Manríquez Romero, quien si hubiera contado con el apoyo necesario, hubiera sido un corredor de calidad mundial.
-          Como un deportista completo reconozco a Mario El Piojito Márquez, era bueno para todos los deportes: para el Volibol, Futbol, Básquetbol; tenía todo para ser un campeón mundial de boxeo, ya que pegaba, aguantaba y tenía muy buen estilo, tenía el instinto de un boxeador nato. ¡Me tocó entrenarlo y dirigirlo en dos peleas! –expresa con emoción-, y sin temor a equivocarme, si las condiciones se hubieran dado, Cabo San Lucas hubiera tenido un campeón mundial.
El Tito Herrera fue tremendo e inquieto, también lo saben sus amigos y ayudantes de su papá entre ellos Edgardo Colín, Jesús Martínez, Carlos Ruiz, Carlos Martínez Villa, Juan García Juanlitro”, Nicho Zumaya, El Macaquito”, El Zapatero Rodríguez, Nayo Saiza, Cruz Salinas, Mono Ledezma, Cheyo Ceseña y rancheros, Quino Ceseña, Bernardino Talino Herrera, Ramón Barrera, Memo González y Javier Sosa y Silva, que conocen sus andanzas y hechos, que son finalmente parte de un temperamento positivo que se empezó a forjar,  no de sus idas del rancho a la escuela primaria, donde en su burro “El Golondrino”, que lo tenía bien aleccionado para que llegara justo a la hora del recreo como héroe, y en el cual paseaba a toda la “chamacada” de su salón; el temperamento de “Tito” Herrera fue fraguado también bajo la torre del faro, que con su luz guiaba a los barcos que pasaban por ese legendario sitio, lugar donde trabajaba su papá y vivían por temporadas bajo los vientos helados provenientes del Pacífico que resecaban las manos y la cara y hacía que permanecieran encerrados por días entre sus históricas paredes; así permanecían a la espera de que amainara el mal tiempo para limpiar la arena con una escrepa jalada por una mula, ya que en ocasiones la arena llegaba a cubrir casi toda la torre. Las manos callosas de su padre, producto del trabajo diario, fueron aliciente para “El Tito”,  de que para salir adelante se tenía que luchar muy duro.
Al respecto, me platica que quienes saludaban a su padre, sentían la áspera callosidad en sus manos y que su mamá -que le sobrevive a Don José María- derretía cebo de vaca para suavizarle la palma de las manos y en ocasiones a ellos también les untaba en la cara para protegerlos del frío que les ajaba el rostro. Recuerda las cosas buenas de la cocina del rancho, el inconfundible olor a café recién hecho, saborear las deliciosas tortillas de harina con queso y mantequilla, y el recuerdo del olor a tierra mojada, producto de las primeras lluvias bendecidas que caían en el campo tan árido y tan agradecido al mismo tiempo, al brotar rápidamente el verdor de la poca flora de la región; escuchar en fin, la lluvia caer en los techos de palma era alimento para el espíritu y el alma.
-          ¡Fíjate lo que hacíamos en algunas noches de luna llena! -me dice, al tiempo de explicar-: Nos gustaba jinetear burros en los arroyos. Los lazábamos con faja cueras; me acompañaba en estas aventuras “El Siki Romero, mi compa Carlón, Chilla Ruiz, El Necho Ruiz, mi compa Goyo Martínez, Edgardo Peralta, El Cecy Martínez y Panchito Martínez; pero lo más divertido era subir a la cancha de básquet que había en el centro del pueblo en donde a dos o tres burros, les amarrábamos en la cola un tambo de veinte litros, vacío. ¡Había qué ver el estruendo de los burros cuando salían disparados rebuznando, lanzando patadas y con media docena de perros correteándolos! Recuerdo a mi tío “Jotia” (José Herrera Morales) y a la profesora “Melucha”, que vivían cerca de la cancha, dándole  las quejas a mi papá -quien ya ni me regañaba-. Pero sí, de seguro, medio San Lucas se despertaba con el escándalo de los burros corriendo por sus calles.
En cuanto a su formación escolar, reconoce:
-          Sinceramente no me gustaba la escuela. A los doce años, me mandaron a estudiar la secundaria de San José y estuve en la casa de “La Tota Castro y Doña Otilia Cota; eran las casas que albergaban a estudiantes en esos años. Posteriormente me fui a la Escuela Agropecuaria de Ciudad Constitución y tampoco me gustó; opté por regresar y me puse a trabajar de ayudante de plomero del papá del “Chuy Herrera en el Hotel Chileno. Corría el año de 1968, ya tenía dieciséis años y durante ese mismo año, entré a trabajar a la Capitanía de Puerto, donde laboré veinte años. En el año 1981 entré a la Administración del Seguro Social, donde estuve sólo diez meses y regresé de nuevo a la Capitanía de Puerto donde estuve otros seis años,  dedicándome también en ese tiempo a trabajar el  rancho de la familia donde contábamos con seiscientas hectáreas.
Cuando abordamos el tema de la política, sentí que la plática se ponía mejor: “El Tito” me detalla de su incursión en la “grilla”, de su papel como coordinador del Yigo Aragón, del ingeniero Manuel Castro, de Ulises Ceseña y Jesús Druk.
-          Sí me gusta, pero a veces me decepciona -plantea- porque son los mismos métodos y resultados, sin importar el partido político; parecen pesar más los intereses que los principios.
Cambiamos rápidamente de tema y entramos a su fase como desarrollador inmobiliario, donde explora sus recuerdos sobre el proyecto “Hojazén” de ciento diez casas de nivel medio, que finalmente traspasó a unos primos de Tijuana para que lo terminaran:
-          Fui de los primeros que desarrolló aquí en Los Cabos  ese tipo de vivienda. Ahorita estamos en espera de algún buen proyecto –señala.
Hoy la familia Herrera Anzures  vive nuevos y mejores tiempos; ojalá que los hijos, valoren hoy del esfuerzo de sus padres. 

1 comentario:

  1. Hola mi abuelo es don francisco arballo macklis y me da gusto que lo mencionas

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