jueves, 30 de junio de 2011

Familia González Canseco

Familia González Canseco

 Valerio González Canseco (Primero Der.), Manuel González Canseco (al Centro)

Con el ánimo de agregarle sabor a esta interesante historia y biografía, entrevistamos a dos integrantes de la familia González Canseco, los empresarios; no se confundan, ya que en Los Cabos hay muchos otros troncos familiares con este ilustre apellido, sólo que con actividades diferentes. Con una personalidad agradable y carismática, y con muy buen sentido del humor, estos inversionistas y desarrolladores inmobiliarios ven la vida con optimismo ante lo que han hecho y harán en la zona. Hablamos del Lic. José Manuel González Mendoza, director de Inmobiliarias Lito’s. y de Raúl Arturo González Mendoza. Ambos tienen conocimiento claro de sus orígenes y la enorme responsabilidad  de cargar en sus alforjas personales, el apellido de la familia González Canseco. 
Describen y añoran con exquisitos detalles los años dorados del comercio familiar, sus currículos y anécdotas, haciéndolo de forma interesante, mezclando  de  manera tal que van  tejiendo fechas con nombres de personajes ya mencionados por nosotros en este libro de “Huellas de Los Cabos”, reconociendo algunos hechos y descalificando otros, o mejor dicho documentándolos consistentemente. Por su parte uno de nuestros interlocutores, José Manuel, es  mejor conocido en Los Cabos como Lito -“el original”, argumenta  riéndose con el comentario de que su hijo heredó el mismo nombre y su  mismo seudónimo-. Nuestro otro personaje, Raúl Arturo, nos presume con orgullo en el ínterin de la plática que uno de sus hijos lleva el nombre de su padre, se refiere a Valerio González Schcolink, pionero de una propositiva cultura empresarial, opiniones que comparto con ellos en otro comentario adicional.

Al igual que varios hermanos, son hijos de Valerio González Canseco, ilustre personaje de nuestra tierra, nacido por el año de 1898 en el pueblo de Santiago, Baja California Sur. No podemos hablar de él sin mencionar a su hermano Manuel. Fueron una insuparable pareja dentro de los negocios en San José del Cabo. Ambos trabajaron inicialmente en la tienda “La Voz del Sur”, propiedad de su tío Arturo Canseco; posteriormente, la compraron en 1936, y en los años ‘60 se denominó “Almacenes California”, y al final el edificio que hoy vemos frente al Ayuntamiento terminó con la leyenda pintada en la parte frontal de sus paredes: “Almacenes Goncanseco”, inmueble que funcionó como supermercado, dirigido hasta hace un año a la muerte de uno de los integrantes de la misma familia, muy estimado por la comunidad: Don Carlos Manuel González. Conviene aclarar que múltiples sucesos de gran trascendencia local acrecentaron la fortuna de esta familia.

Durante mucho tiempo fueron ganaderos y coordinaron a diversos agricultores y pescadores, exportando con gran éxito lo que a raudales se producía en nuestra venerable tierra. Productos como el tomate, el queso, la carne seca, las pieles del ganado, las frutas  y, lo más importante, el hígado de tiburón que se procesaba para enviarse a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, como parte de un insumo que preparaba la Naval para darle vigor y valor a los soldados americanos que estaban en el frente de guerra. Así que es obvio entender que el abastecer y servir a una economía de guerra, contribuyó a generar una actividad sin precedentes en la zona de Los Cabos. Nos mencionan nuestros entrevistados con mucho orgullo que llegaron a tener en diversos campos pesqueros del estado más de 600 lanchas trabajando en la pesca del escualo. Claro, sin menospreciar el renglón agropecuario que provocó fuertes derramas económicas. Tan es así que en los años 20’s en San José se llegaron a realizar las fiestas denominadas Carnaval del Tomate, fuertemente respaldada por una comercializadora estadunidense. Podemos afirmar que fueron precursores de los cultivos orgánicos que tanto éxito tienen en la actualidad y de los florecientes mercados que surgieron y mantienen actualmente en el vecino país del Norte.- Prosiguiendo con su plática nos dice con orgullo que fue establecida en los florecientes años 20’s la segunda Agencia Ford de Latinoamérica; vehículos que eran descargados a través de lanchones en Playa Palmilla. Esto nos da una idea precisa sobre la importancia de Los Cabos en aquel entonces, en especial San José, y de la exclusiva zona donde realizaba sus actividades comerciales la familia González, situación que les favoreció para llegar a adquirir grandes propiedades que son asiento de los actuales desarrollos turísticos. Para que se den una idea, Manuel y Valerio González Canseco eran dueños de los terrenos de ranchos ganaderos con playa desde San José a la bahía de El Tule. Ahí recordamos al rancho “El Zalate” “Buenos Aires” y “El Bledito”.

La primera persona que beneficiaron con Punta Palmilla para que construyera su hotel fue precisamente a Abelardo Rodríguez Montijo, a quien se le regaló ese pedazo de tierra y posteriormente se le vendió el área donde estaba la pista de aterrizaje y hoy se encuentran los exclusivos fraccionamientos  y campos de Golf.
Punto muy importante a mencionar es que en aquellos años, de los 30 a los 50’s, el valor de los terrenos de playa fue menospreciado pues la ganadería era la actividad  predominante; todos preferían tener tierras de agostadero en la sierra para el ganado y no un terreno de arena y agua salada porque no servían para sus actividades. Es así como muchos empresarios actuales reconocen  la visión de  haber propiciado conjuntamente con otros, el nacimiento del turismo al donar y vender a otros para que se asentaran hoteles como el de Palmilla y posteriormente los grandes desarrollos que actualmente vemos en el corredor turístico. Como todo lo que empieza tiene su fin, o mejor dicho, los niveles de producción bajan por los mismos mercados que se comprimen, al terminar la guerra Estados Unidos prefiere el consumo de sus propios productos sobre los de otras regiones del mundo, y la familia González decidió buscar horizontes donde sus hijos pudieran prepararse mejor, instalándose en la Ciudad de México, pero sin descuidar sus inversiones y propiedades y sin perder su conexión con el terruño que los vio nacer y crecer como empresarios. Nuestros entrevistados revelan que todos nacieron en el Distrito Federal con sangre cabeña en las venas desde tatarabuelos, abuelos y padres; este último, casado con su madre nacida en San José y con antepasados en la ciudad de La Paz, y que desde los tres años las vacaciones de la familia y como estudiantes eran y fueron inolvidables. 

Los recuerdos de esos jóvenes años afloran nuevamente; de cómo manejaban el queso y se empacaba en guacales, que llegaban a pesar hasta quince kilos cada queso de cuadro; de cómo vinieron los años récord de llegar a embarcar hasta 320 toneladas vía Manzanillo-Acapulco y sobre todo cómo se exportaban a laboratorios de Alemania e Inglaterra las pacas de Damiana. Y sobre todo aquellos gritos de caporales a caballos arreando el ganado por caminos y calles de San José rumbo a la Playa de Palmilla, donde justo enfrente, fondeaban las embarcaciones que lo llevarían en pie hasta el mercado de Ensenada.
-          Nos llamaba mucho la atención –señalan- cómo amarraban los cuernos de las vacas en las lanchas y se las llevaban al barco, donde las levantaban con una “pluma” que hacía las veces de grúa.





Posteriormente en los años 70’s y 80’s cuando el comercio y turismo eran ya una realidad, se asentaron en Los Cabos y en La Paz como la nueva generación de los González. Claro está, sin dejar de mencionar como posteriormente a las diversas ramificaciones de familiares de tíos, primos y sobrinos que se formaron en la Ciudad de México, los González defeños que todos conocemos y que actualmente  desarrollan sus actividades con éxito y reconocimiento en la zona de Los Cabos. ¿Quién  no conoce a Jesús y Gabriel Corral, Carlos Manuel, Águeda González, Pablo Portilla, Alonso Muñoz, entre otros de la tercera generación? Son profesionistas y empresarios muy reconocidos en Los Cabos.

En el curso de la plática, nos comentan que los González de la segunda generación, fueron pioneros en muchos aspectos. Crearon la primera gravera, las primeras constructoras con las cuales cimentaron los primeros fraccionamientos,  sobresaliendo Terrazas de Costa Azul, Lomas del Tule, los primeros condominios Miramar y Mikonos, el primer negocio de auto rentas, etc. Y sin ocultar su orgullo aseguran haber sido los primeros vendedores de bienes raíces en Los Cabos, a causa de sus propiedades originales, al tiempo de fundar en La Paz la novedosa línea de supermercados -que no se conocían- como  “Servicentro”. No deja de asistirles la razón cuando desmienten a nuevos directivos de desarrollos en Los Cabos presumiendo que antes de lo que hoy vemos, no había nada en Los Cabos.
-          A lo mejor no será en la magnitud, pero desde antes que llegara el “boom” turístico ya se habían sentado las bases de lo que hoy tenemos aquí. Lo primero es que gracias a Dios, esta zona del corredor turístico era una propiedad privada, que se facilitó para el desarrollo y que no sucediera lo que hoy estamos viendo con los grandes problemas de Cabo del Este fragmentado en indivisos y con grandes pleitos jurídicos -señalan.

Al responder nuestra pregunta, sostienen con orgullo que su padre al igual que su tío Manuel, fueron personas altruistas que ayudaron a muchas familias locales. Tanta era la confianza que les tenían, que depositaban en su negocio su dinero como si fuera un banco.
-          El hecho de que una calle de San José, ubicada en la colonia Primero de Mayo lleve el nombre de mi padre Valerio González no es una casualidad; es porque fue muy desprendido de sus pertenencias al ceder propiedades donde se asentaron secundarias y hospitales –manifiesta “Lito”.
Lo más reciente y trascendental fue la donación de los terrenos del balneario de Palmilla, la playa del pueblo que empresarios ambiciosos coludidos con algunos funcionarios públicos, han tratado de arrebatársela, situación que enciende sus motores internos para reclamar el hecho:
-          “¡No hay que dejarnos! No hay que permitir que otros métodos para hacer negocios y tratos, nos nieguen el derecho y el recuerdo de lo que fuimos y tenemos los nativos.

!Bienvenidos todos! pero que no se les olvide que aquí todavía existen cabeños con origen –enfatizaron ambos.