Don Gero
Cuando empiezo a escribir sobre alguien de nuestra gente, mentalmente me llega su imagen, y en este caso es un seƱor de lentes, llenito y simpĆ”tico, que cuenta con un timbre de voz inconfundible y lo veo bajĆ”ndose de su taxi amarillo y rojo. Al desmenuzar etapas de su vida descubro cosas que no imaginaba, pues partiendo de una lógica y viendo lo que ha logrado, aprecio que no son resultados normales, ya que por sus humildes orĆgenes se sale de los parĆ”metros que alcanzarĆa una persona de su mismo medio.
Es trascendente y plausible lo que ha logrado Gerónimo Castillo Tamayo, āDon Geroā, pues a base de mĆ©ritos propios labró una vida llena de satisfacciones.
Me dijo que nació en āLa Choyaā -Ā”Ni modo que no sea choyero!, le digo- viĆ©ndome con sus grandes lentes de aumento y esa sonrisa tambiĆ©n transparente. Le preguntĆ© por su edad y me respondió que no me iba a decir; obviamente, eso habla tambiĆ©n de su estilo pĆcaro y bromista de ver la vida, lo que le ha hecho merecedor de varias anĆ©cdotas y chistes que circulan entre sus amigos cercanos y conocidos, que mĆ”s adelante les contarĆ©.
Prosiguiendo con nuestra plĆ”tica, me cuenta que su mamĆ” murió al nacer Ć©l, por lo que se lo llevaron a vivir a San Felipe. AllĆ fue cuidado como un hijo por su tĆa InĆ©s Castillo y FĆ©lix AvilĆ©s, a quienes consideran sus verdaderos padres. Llevó una vida sencilla como cualquier niƱo y joven de rancherĆa. Estudió lo mĆnimo necesario y trabajó para solucionar sus necesidades, y de esa Ć©poca recuerda el trabajo de descascarar Palo Blanco, llenando costales que luego vendĆan a los Almacenes Goncanseco, donde supuestamente los utilizaban para fabricar tinta. De ahĆ salĆ y me casĆ© a los diecinueve aƱos con MarĆa del Rosario AlbƔƱez, con quien tuve dos hijos, Manuel Salvador y MartĆn Guadalupe.
Tras el empleo en la albaƱilerĆa, Don Gero pasó a trabajar en la zona de playa del Hotel Chileno, abasteciendo de anzuelos, curricanes, lonches y carnada a las lanchas que salĆan de pesca, y mĆ”s tarde asumió la responsabilidad como encargado de las lanchas.
AhĆ aprendió mucho sobre la pesca y en ocasiones cuando no llegaba el capitĆ”n de la lancha Ć©l se hacĆa cargo de la misma, llevando a pescar a los turistas que lo solicitaban. En esa Ć©poca logró un pequeƱo capital y empezó con su otra etapa de vida al adquirir inicialmente un taxi que luego vendió al āPilongoā; posteriormente volvió a comprar al Beto Orozco la acción del Taxi NĆŗmero Trece del Sitio Frente Ćnico. De dĆa trabajaba en el hotel y por la noche en el taxi. AsĆ fue pasando el tiempo y viendo el daƱo que le causaba entrar y salir de la hielera del hotel (de ahĆ el sobrenombre del āHieleraā que heredó a toda su familia), renunció a su trabajo; de tal suerte, que a partir del aƱo de 1974, comenzó una meteórica carrera de transportista en diferentes modalidades. Se inició como taxista en el aeropuerto de San JosĆ© y paralelamente incursionaba en las diferentes Ć”reas, adquiriendo unidades para el turismo, pasaje con van, autobuses y colectivos.
Llegó a ser en los tiempos modernos socio fundador de cinco empresas. Paralelamente combinaba su trabajo de taxista, hasta colocarse en el liderazgo del Frente Ćnico en dos ocasiones como secretario general, y por su misma inquietud de progreso, incursionó en la polĆtica donde por su decidida participación y conocimiento del autotransporte, llegó a regidor del Ayuntamiento de Los Cabos, en donde luchó para que se les reconocieran sus derechos de antigüedad y no fueran desplazados tan fĆ”cilmente por los empresarios hoteleros y transportadores turĆsticos.
Asà mismo, me recalca con orgullo que consiguió un aumento de tarifas con Cabildo y la Presidencia Municipal.
AnĆ©cdotas tiene muchas, como cuando llegó a la regidurĆa. Se negociaban las posiciones y ya se habĆan puesto de acuerdo; Ć©l solicitó la palabra para pedirle al candidato a presidente municipal, que por favor le mejorara su posición y la fijara un poco mĆ”s arriba, pensando ingenuamente que entre mĆ”s arriba era mejor, siendo todo lo contrario, ya que si llegaban a perder, entrarĆan a Cabildo las primeras posiciones de manera automĆ”tica.
Relata otra mĆ”s de cuando tenĆa vacaciones en el hotel por temporada baja, y en una ocasión se fue de cacerĆa a los venados con zapatos tenis como los gringos, y le fue como en feria: -Ā”Se me cocieron los pies! Ā”Vieras visto!-. Estuvo ātiradoā como tres semanas, todo ampollado. Fue una terrible experiencia de la que sacan infinidad de bromas sus amigos.
Me dice airoso: Ā”Y esto no es nada! Mis compaƱeros taxistas eran tremendos cuando hacĆamos guardias afuera de los hoteles; habĆa uno, āEl Pocholanoā que siempre se comĆa el lonche de los compaƱeros, trataba de llegar cuando estaban dando un servicio y se atrincaba la comida que dejaban colgada en el Sitio. Un dĆa, por ahĆ Enrique Carrillo, āEl Parientitoā, atropelló una zorra y la pelamos, le quitamos las uƱas y escondimos el cuero y la pusieron a asar en unas hornillas improvisadas que tenĆamos; en eso llega āEl Pocholanoā y lueguito se la empezó a comer, lo dejamos que se la terminara y le dijimos lo que se habĆa comido, Ā”ah, cómo se enojó! pero se la hicimos como escarmiento por todo lo que nos hacĆa.
Ya habĆamos terminado con la entrevista, cuando me llama por telĆ©fono Don Gerónimo Castillo, para decirme, āoye se me pasó decirte que tambiĆ©n fui promotor de box en Miraflores y organicĆ© varias peleas importantes, que hasta JosĆ© Zulaiman nos acompañó en algunas de ellas, asĆ como patrocinador y manager de beisbol del equipo āCaƱeros de Don Geroā que salió campeón en Los Cabosā. Sobre esta información ya lo sabĆa por comentarios de sus amigos, ya que tiene mucha tela de dónde cortar y mucho por homenajearle. Ćltimamente ha estado un poco enfermo, pero se estĆ” recuperando, tenemos conocimiento que sus compaƱeros del Sitio de Taxis, le hicieron un reconocimiento pĆŗblico por su trayectoria como miembro fundador.
”Felicidades Don Gero! Somos pocos los de aquà -los Choyeros-, pero en calidad humana ”usted vale mucho mÔs! Y qué bueno que sea a través de este libro donde se reconozca a lo nuestro, a nuestra gente.
El chiquillo Fisher y Don Gero
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